No parece muy necesario explicar que un alero es un elemento estructural de la cubierta de un edificio que tiene como función evitar que las aguas del tejado discurran por las fachadas, evitando así las afecciones de la humedad en sus muros. Pero sí que lo es, teniendo en cuenta las dimensiones y complejidad de muchos de los conservados en las casas del Maestrazgo. El espectador no puede dejar de preguntarse el motivo por el que se construyen estas estructuras proyectándolas hacia la calle con unas medidas muy superiores a lo que sería necesario para cumplir su función. La respuesta va en la línea del resto de elementos que estamos presentando, y no es otra que la de añadir valor simbólico al exterior del edificio.
Estos aleros, denominados en la documentación rafes, se generarían bien por la prolongación de las vigas del tejado, bien por la colocación, embutidas en el muro, de otras vigas denominadas cabezales. Junto con los cabezales, se colocaban las ménsulas, que suele ser la pieza que recibe mayor atención decorativa. Algunos aleros o rafes son sencillos, pero otros se proyectan en secciones superpuestas para ganar proyección hacia la calle sin perder seguridad estructural.
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