La cerámica del Maestrazgo
Esta exposición está dedicada a la Tradición Cerámica del Maestrazgo, a sus distintos obradores y técnicas, y sobre todo a la historia y la memoria de las piezas fruto de la participación de los vecinos y personas vinculadas a los pueblos de la comarca.
Coordinación y contenido: Adriana Germán y Sofía Sánchez
Patrimonio Cultural de la Comarca del Maestrazgo
Fecha: 1 de diciembre de 2020
Hasta hace no mucho tiempo los objetos de cerámica tradicional eran esenciales para actividades tan cotidianas como cocinar o guardar y transportar el agua y el vino. El suelo que pisábamos, las paredes donde nos apoyábamos, la pila donde nos bautizaron o la lápida tras el entierro estaban realizados a partir de técnicas tradicionales.
En las casas antiguas de nuestros pueblos suele haber piezas que ha sobrevivido tras haber perdido su utilidad. Algunas arrinconadas en las falsas, otras decorando las entradas y salones y algunas pocas mezcladas con el menaje del hogar.
En esta exposición trataremos de descubrir porqué se han conservado, cómo han llegado hasta nuestros días, qué valor tienen para la historia familiar y cuáles son los lugares que ocupan en nuestras vidas.
- Clasificación del la cerámica
- Técnicas de fabricación
- La decoración
- Alfares y alfareros
- Lo público
- Lo privado
Clasificación de la cerámica
Podemos dividir toda la cerámica realizada en dos tipos muy generales: la alfarería popular y la cerámica decorada.
Este apartado de descripciones formales ha sido elaborado principalmente a partir de la bibliografía publicada de la profesora Isabel Álvaro Zamora, especialista en cerámica aragonesa.
La alfarería comprende todas las tipologías de uso cotidiano, desde los cántaros de agua a los pucheros u ollas para cocinar. Se trata de piezas tan solo bizcochadas o que reciben cobertura de barniz de plomo. Algunas realizadas manualmente, aunque las más habituales fueron realizadas con torno.
La cerámica decorada se caracteriza por estar cubierta con barniz de estaño, que le da su conocido tono blanco decorado con óxidos de colores, siendo los más habituales el azul, el verde y el morado.
VAJILLAS
Se denomina así a los conjuntos formados por piezas de cocina y mesa. Dependiendo de la técnica utilizada y la especialidad de su uso encontramos distintos tipos: vajilla blanca, vajilla común, vajilla delgada, vajilla fina y vajilla cortada con hilo. Las diferencias se basan principalmente en la calidad del barro y la riqueza de la decoración de las distintas piezas.
Plato de la vajilla de San Juan del Barranco.
AZULEJOS (solerías, arrimaderos, placas, lápidas)
El azulejo es una pieza de arcilla de forma cuadrada, rectangular o incluso hexagonal a la que se aplica el vidriado estannífero y que se puede decorar de muchas maneras diferentes (cartabón, arista, cuerda seca,…). Se puede utilizar individualmente como elemento de identificación para calles, placas conmemorativas y números de casa. También en conjunto formando solerías, arrimaderos e incluso otras piezas como lápidas.
Piso de azulejos para la Ermita de San Antonio Abad, hecho en 1844 por Gerónimo Belmente, que se pintó, como la cerámica decorada, en policromía sobre barniz blanco estannífero.
Técnicas empleadas en la fabricación
MODELADO
El modelado es el trabajo de la arcilla para formar las piezas. Primero hay que transformar la tierra en arcilla limpiándola y añadiendo agua para formar la pasta.
Urdido
El urdido es la fabricación manual de piezas (normalmente cantarería), a base de grandes tiras de barro que se unen entre sí mediante la presión de los dedos o con ayuda de sencillos instrumentos. Se trabaja dando la solidez y forma deseada girando el alfarero alrededor de la pieza. En Teruel destacan núcleos como Foz-Calanda, Gea de Albarracín y, en nuestro caso, Cantavieja y sus tinajas para vino.
A torno
Consiste en el trabajo del barro sobre un torno o pieza giratoria de madera. Se han desarrollado distintos tipos de tornos: el de pie o tradicional, el de pedal y el torno eléctrico. Esto facilita y agiliza mucho el trabajo del alfarero, dando lugar a piezas de paredes mucho más finas y regulares. Con esta técnica se puede realizar todo tipo de piezas.
Imagen de modelado en barro.
HORNEADO
Horno
El horno es la construcción en la que se cuecen las obras de cerámica. Se suele componer de dos cámaras, una inferior donde se enciende el fuego y una superior donde se coloca la cerámica que se va a cocer. Los hornos conservados en la comarca son de planta rectangular y se cierran con una bóveda a base de fragmentos de teja.
Enhornado y deshornado
Estas dos tareas requieren de mucha atención y conocimiento por parte del alfarero, de hecho, eran únicamente llevadas a cabo por los maestros. Se trata de las maniobras de carga, disposición ordenada de las piezas y descarga del horno, antes y después de la cocción.
Cada una de las piezas se coloca en un lugar del horno y en una posición determinada tratando de aprovechar al máximo la capacidad del mismo en cada hornada.
Suelo del horno sobre los arcos apuntados que conformaban un espacio donde colocar la leña.
COCCIÓN O COCHURA
Es la acción de cocer las obras en el horno, en la que mediante cambios físicos y químicos, basados en la pérdida de agua, se consigue un material tan consistente como la piedra.
JUAGUETEADO, ESCALDADO O BIZCOCHADO
Con estos nombres se denomina al estado en que quedan las piezas que van a ser barnizadas tras su primera cocción, que puede durar entre 10 y 11 horas.
El nombre de bizcochado hace referencia al estado poroso que presentan estas piezas y que recuerda al de un bizcocho.
VIDRIADO
Es la técnica que consiste en aplicar una o varias capas de esmalte a la pieza para impermeabilizarla y hacerla más duradera. Realmente el vidriado o vitrificado se produce al realizar una segunda cochura de la pieza tras aplicar el barniz. Puede aplicarse por inmersión o por vertimiento y hay distintos tipos.
BARNIZ DE PLOMO
Barniz compuesto por óxido de plomo, tiene la característica de ser transparente y por lo tanto mantiene la coloración natural de la tierra. Se utiliza sobre todo en piezas de ollería.
BARNIZ DE ESTAÑO
Barniz que añade estaño al óxido de plomo, dando lugar a un esmalte de color blanco opaco que se utiliza sobre todo para cerámica decorada.
Muela del barniz que se conserva en Montoro de Mezquita.
Decoración
Todo aquello que adorna el barro, además del barniz que lo impermeabiliza, se puede tratar como decoración: líneas incisas, decoraciones estampilladas, cuidadas escenas pintadas o simples líneas dibujadas en las piezas.
PINTADA-ÓXIDOS
Este tipo de decoración es la que se realiza normalmente con pinceles que pueden ser clásicos o incluso dobles, triples y cuádruples.
Con ellos se aplican los distintos óxidos que dan lugar a los colores típicos de la cerámica turolense. En la zona del Maestrazgo el más empleado es el óxido de cobalto, que genera el color azul y con él, la típica vajilla blanca y azul.
Otros de los colores más utilizados son el verde o el morado, de mucha tradición en toda la provincia de Teruel. Durante los últimos años de trabajo de estos alfares se introdujeron colores como el naranja, el amarillo o el rosa.
INCISA O ESTAMPILLADA Y EXCISA
Este tipo de decoración es típica sobre todo en piezas de cantarería, tales como vasijas o cántaros de agua. En las piezas conservadas encontramos gran variedad de decoraciones, desde líneas incisas rectas u ondulantes a los curiosos círculos estampados con cañas recortadas que encontramos en muchas de las piezas de la comarca. También encontramos algunas piezas con decoración excisa o en relieve.
Centros alfareros de la comarca
En la Comarca del Maestrazgo había dos centros alfareros importantes en Tronchón y Montoro de Mezquita y otro más en Cantavieja de menor envergadura. Además, en el transcurso de esta investigación hemos recogido testimonios que dan cuenta de la existencia de otros obradores: uno en Las Cuevas de Cañart, otro ubicado en el ayuntamiento de La Cañada de Benatanduz, y de diversas tejerías dispersas por toda la comarca.
Montoro de Mezquita
En Montoro se conserva uno de los hornos gracias a que fue adquirido por Maria del Carmen Olague y su marido José Luis Lagares, para evitar su deterioro.
Lo más representativo de este alfar fueron las piezas de ollería, aunque también se realizó algo de cantarería, siempre utilizando torno, así como ladrillos y tejas.
Como ejemplos de cantarería encontramos cántaros, botijos (de menor tamaño), rallos (con una rejilla en la boca) y cantimploras o botijos de siega, de cuerpo panzudo y aplanado por dos lados. La decoración coincide en ocasiones con la utilizada en Cantavieja.
Su obra de ollería comprende todo tipo de pucheros, “cazolicas”, barreños para lavar verduras, aceiteras,… destacan también las ollas mondongueras o de adobo, que se decoraban a modo de cordón digitado, un tipo de decoración muy poco común en la zona, donde se prefiere jugar con los diferentes tonos de engobes. Además obraron escullas, saleros y cualquier obra doméstica como orinales.
La producción se extinguió hacia 1915 y los últimos alfareros documentados en Montoro fueron Miguel Moliner, su hijo Isidro Moliner y Miguel Navarro, que trabajó en las mismas fechas que los anteriores aunque con menor continuidad. Queda memoria obradores tanto en el “Barrio Alto” como en la “Calle Baja”. Durante el invierno vendían sus piezas por toda la comarca y en los pueblos cercanos de la provincia de Castellón.
Montoro de Mezquita
En Montoro se conserva uno de los hornos gracias a que fue adquirido por Maria del Carmen Olague y su marido José Luis Lagares, para evitar su deterioro.
Lo más representativo de este alfar fueron las piezas de ollería, aunque también se realizó algo de cantarería, siempre utilizando torno, así como ladrillos y tejas.
Como ejemplos de cantarería encontramos cántaros, botijos (de menor tamaño), rallos (con una rejilla en la boca) y cantimploras o botijos de siega, de cuerpo panzudo y aplanado por dos lados. La decoración coincide en ocasiones con la utilizada en Cantavieja.
Su obra de ollería comprende todo tipo de pucheros, “cazolicas”, barreños para lavar verduras, aceiteras,… destacan también las ollas mondongueras o de adobo, que se decoraban a modo de cordón digitado, un tipo de decoración muy poco común en la zona, donde se prefiere jugar con los diferentes tonos de engobes. Además obraron escullas, saleros y cualquier obra doméstica como orinales.
La producción se extinguió hacia 1915 y los últimos alfareros documentados en Montoro fueron Miguel Moliner, su hijo Isidro Moliner y Miguel Navarro, que trabajó en las mismas fechas que los anteriores aunque con menor continuidad. Queda memoria obradores tanto en el “Barrio Alto” como en la “Calle Baja”. Durante el invierno vendían sus piezas por toda la comarca y en los pueblos cercanos de la provincia de Castellón.
Tronchón
La familia “Lucia” fueron los últimos en trabajar en el horno. A principios de siglo XX había varios miembros de la esta familia dedicados a la alfarería: Juan Antonio Lucía “el tío Infinito”, José Lucia “el tío Cañajo”, o el que cerró el último obrador, Joaquín Lucia, al que conocían como “el tío Barro”. El horno de Tronchón se conserva en “las eras”, junto a los obradores donde se elaboraron las piezas. En 1830 llegó a haber seis alfareros en Tronchón.
Se produjo tanto cantarería como ollería de torno. Además fue singular la realización de cerámica decorada de gran calidad ya desde el siglo XVIII. También se producía baldosa esmaltada que requería un alto grado de elaboración quedando testimonio de algunos enlosados excepcionales en la ermita de San Antonio y la del Tremedal.
En alfarería de agua encontramos el típico cántaro tronchonero, de paredes pesadas y rojizas, cuello alto cilíndrico y decoración de engobes naturales aplicada con pincel-peine quíntuple en dos trazos que se cruzan bajo las asas. Muy similar es el botijo, aunque más estilizado y de menor tamaño. En estas creaciones se aprecian influencias de algunos pueblos del Maestrazgo castellonense. Se realizaron también macetas y otras obras por encargo.
Los ejemplos de ollería pasan desde las cazuelas, cazolicas, ollas y pucheros, vidriadas por el interior, a las aceiteras, vinagreras, jarras para vino y morteros, decorados con un efecto bicolor creado con distintos tonos de engobe. Se fabricaron también coberteras de todos los tamaños.
En cerámica decorada aparecen documentadas las dos modalidades de vajilla (platos, vasos, escudillas, fuentes,…) y azulejos, y casi siempre con decoración blanca y azul. Las influencias en la decoración vendrían en todo momento de Teruel, Muel y Villafeliche.
Es de planta cuadrada realizado con piedra en el exterior y revestido con ladrillo y teja en el interior. Se prendía con aliagas y romeros.
Tronchón
La familia “Lucia” fueron los últimos en trabajar en el horno. A principios de siglo XX había varios miembros de la esta familia dedicados a la alfarería: Juan Antonio Lucía “el tío Infinito”, José Lucía “el tío Cañajo”, o el que cerró el último obrador, Joaquín Lucía, al que conocían como “el tío Barro”. El horno de Tronchón se conserva en “las eras”, junto a los obradores donde se elaboraron las piezas. En 1830 llegó a haber seis alfareros en Tronchón.
Se produjo tanto cantarería como ollería de torno. Además fue singular la realización de cerámica decorada de gran calidad ya desde el siglo XVIII. También se producía baldosa esmaltada que requería un alto grado de elaboración quedando testimonio de algunos enlosados excepcionales en la ermita de San Antonio y la del Tremedal.
En alfarería de agua encontramos el típico cántaro tronchonero, de paredes pesadas y rojizas, cuello alto cilíndrico y decoración de engobes naturales aplicada con pincel-peine quíntuple en dos trazos que se cruzan bajo las asas. Muy similar es el botijo, aunque más estilizado y de menor tamaño. En estas creaciones se aprecian influencias de algunos pueblos del Maestrazgo castellonense. Se realizaron también macetas y otras obras por encargo.
Los ejemplos de ollería pasan desde las cazuelas, cazolicas, ollas y pucheros, vidriadas por el interior, a las aceiteras, vinagreras, jarras para vino y morteros, decorados con un efecto bicolor creado con distintos tonos de engobe. Se fabricaron también coberteras de todos los tamaños.
En cerámica decorada aparecen documentadas las dos modalidades de vajilla (platos, vasos, escudillas, fuentes,…) y azulejos, y casi siempre con decoración blanca y azul. Las influencias en la decoración vendrían en todo momento de Teruel, Muel y Villafeliche.
Fig.: Horno de Tronchón. Es de planta cuadrada realizado con piedra en el exterior y revestido con ladrillo y teja en el interior. Se prendía con aliagas y romeros.
Cantavieja
Simeón Zurita Altabás fue el último alfarero conocido en Cantavieja, finalizando toda su labor en el primer cuarto del siglo XX. No hay restos de su obrador, más allá del rulo con el que machacaba la tierra.
Destaca una producción manual de vasijas para vino, en la que se aprecian influencias de las obras de Calanda. Esta fue de singular importancia porque se mantuvo en el tiempo incluso después de introducir los avances aportados por el torno. Sin embargo, su especialidad se centra en la cantarería y ollería de torno, que incluso exportarían a otras provincias.
En la producción de cantarería destacan botijos y cántaros, de forma redondeada, cuello cilíndrico y dos asas laterales. Siendo singulares por el tamaño menor del botijo y la incorporación de pitorro. La decoración de estas piezas consiste en dos trazos de barniz de plomo cruzando la panza y destacando sobre el color gris mate del barro.
En ollería encontramos gran cantidad de pucheros u ollas y cazuelas o peroles de diversos tamaños para cocinar. También eran bastante habituales las torteras o vasijas planas y las escurrideras. Se realizaron algunas aceiteras y vinagreras que se cubrían con dos tonos de barniz de plomo, jarras, vasijas y barreños, únicamente vidriados por su interior y en algunos casos la mitad superior al exterior.
Cantavieja
Simeón Zurita Altabás fue el último alfarero conocido en Cantavieja, finalizando toda su labor en el primer cuarto del siglo XX. No hay restos de su obrador, más allá del rulo con el que machacaba la tierra.
Destaca una producción manual de vasijas para vino, en la que se aprecian influencias de las obras de Calanda. Esta fue de singular importancia porque se mantuvo en el tiempo incluso después de introducir los avances aportados por el torno. Sin embargo, su especialidad se centra en la cantarería y ollería de torno, que incluso exportarían a otras provincias.
En la producción de cantarería destacan botijos y cántaros, de forma redondeada, cuello cilíndrico y dos asas laterales. Siendo singulares por el tamaño menor del botijo y la incorporación de pitorro. La decoración de estas piezas consiste en dos trazos de barniz de plomo cruzando la panza y destacando sobre el color gris mate del barro.
En ollería encontramos gran cantidad de pucheros u ollas y cazuelas o peroles de diversos tamaños para cocinar. También eran bastante habituales las torteras o vasijas planas y las escurrideras. Se realizaron algunas aceiteras y vinagreras que se cubrían con dos tonos de barniz de plomo, jarras, vasijas y barreños, únicamente vidriados por su interior y en algunos casos la mitad superior al exterior.
Lo público
En el ámbito público encontramos placas de identificación de los municipios, escenas de las estaciones de los Calvarios, vajillas de cofradía, e incluso algunas colecciones que en su día fueron privadas y hoy son propiedad de los municipios de la comarca.
Baldosas cerámicas
Vajilla de San Juan del Barranco
Este conjunto conservado en la partida masovera de Cantavieja de las casas del barranco de San Juan, reúne la ollería para cocinar y la vajilla compuesta de platos, vasos, fuentes y escudillas, utilizadas para comer y servir las viandas. A ello se suman sartenes, rasera y algunas cucharas de madera.
Ollería
Representada por varias ollas o pucheros de gran tamaño con sus coberteras, torteras e incluso una de las llamadas besugueras, todas ellas con patentes marcas de uso. Son piezas de barro vidriadas con barniz de plomo, que perfectamente podrían haberse realizado en los obradores de Cantavieja.
Puchero del Barranco de San Juan en Cantavieja.
Vajilla de cofradía de San Juan del Barranco
Compuesta de platos y escudillas decoradas en blanco y azul gracias al barniz de estaño y el óxido de cobalto.
Las vajillas de cofradía se marcaban con las iniciales o nombre del santo. En este caso “S.N. J.N.”.
Se repite en muchas de las piezas una decoración, que recuerda a la cerámica turolense del siglo XVIII con frondosos árboles y aves estilizadas. Aunque pensamos que podría hacerse en Tronchón, el único alfar de la comarca que realizaba cerámica decorada.
Era utilizada para agasajar a algunos hombres escogidos por el ayuntamiento de Cantavieja para ir en procesión hasta la Ermita de San Juan del Barranco el último lunes de abril. El mayoral se encargaba de hacer la comida, matando una oveja para la ocasión y ofreciendo además a los asistentes chocolates, rollo y aguardiente.
Fuente, plato y escudilla con las iniciales de San Juan.
Ajuar del Hospital de Tronchón
En el Hospitalico de Tronchón, que dejó de funcionar hacia 1930, se han conservado numerosas piezas cerámicas del antiguo ajuar entre las que encontramos ollas y platos para dar de comer a los enfermos, así como orinales y otros elementos de cuidado hospitalario.
Orinal cerámico para atender a los enfermos.
Vajilla de cofradía de San Nicolás
Vajilla de cofradía de San Nicolás. Sabemos que en Tronchón había una cofradía dedicada a San Nicolas, santo protector de los niños, huérfanos y pobres, que probablemente estaría vinculada al hospital.
La vajilla se encuentra decorada en blanco y azul y pensamos que sería realizada en los obradores Tronchoneros. En la mayoría de los platos hay una inscripción: “S./NICOLAS” o “S.N.S”.
Una de las vecinas de Tronchón aún recuerda una canción que cantaban en las hogueras de San Nicolás, a principios de diciembre:
“San Nicolás santo bendito, confesor de Jesucristo, la gallina que compremos, mandó el rey que la matemos. Cebollín, cebollán, debajo el banco allí morirás. Y todos que no nos den ni ramas ni leña, todos los perros van detrás de una ballena. Tripas de buitre, ojos de fuina, toda la mierda ya sabes…”
En Cantavieja y Mirambel hemos documentado la existencia de vajillas decoradas con las iniciales S.H., que hacen referencia a las fundaciones de Santo Hospital.
Plato de la vajilla de San Nicolás del hospital de Tronchón.
Vajilla de la Virgen del Cid en La Iglesuela
De esta vajilla se conservan dos vinagreras, varias fuentes para servir y platos, todo ello vidriado con barniz de estaño y decorado con óxidos de colores, principalmente en azul. En los platos observamos dos variantes: los más antiguos con la inscripción que hace referencia a la Virgen está escrita a mano: “VN. CID” Y otros de un momento posterior en los que la misma inscripción se encuentra estampada con un sello.
Platos de la vajilla de la Virgen del Cid.
Vajilla de San Pedro en Montoro de Mezquita
Vajilla bastante completa de jarras y escudillas, que sería propiedad de la cofradía de San Pedro.
Las escudillas se encuentran cubiertas con barniz de plomo y presentan distintos tipos de tonalidades de gran belleza. Las jarras también se encuentran vidriadas y en ellas se utiliza un motivo típico en la decoración de este alfar, a modo de delantal. Alguna de ellas tiene inciso: San Pedro.
Debió haber una vajilla anterior, de la que se conserva una escudilla vidriada y decorada en blanco y azul con la inscripción que hace referencia a esta advocación: S.n/pedro.
La cerámica como símbolo de identidad:
La cerámica aragonesa y en concreto la cerámica del Maestrazgo, se ha investigado desde una perspectiva formal y estilística, destacando el minucioso trabajo de la profesora Isabel Álvaro Zamora.
A partir de este trabajo, la Comarca del Maestrazgo se propuso incidir en los aspectos más sociales de la producción y uso de la cerámica en los pueblos que la conforman.
Para ello, lanzó un llamamiento a sus vecinos animándoles a aportar imágenes de las piezas que tuviesen en casa. Junto a la invitación se les pidió que prestasen sus recuerdos asociados a las piezas y nos explicasen los usos actuales de las mismas.
Han desaparecido los hornos y alfares tradicionales en la comarca pero algunos ejemplos de su ingente producción se han conservado y se pueden rastrear en las falsas o entradas de las casas, como elementos decorativos poseedores, en muchos casos, de valores sentimentales por su pertenencia a varias generaciones.
El resultado de esta investigación puede verse en esta exposición virtual que precede a una itinerante por varios municipios de la comarca.
Queremos agradecer a todas estas personas su participación e invitamos a todos aquellos que tengan interés en compartir lo que saben a que nos envíen fotografías de sus piezas para ampliar la colección virtual de cerámica del Maestrazgo.
David Falcó
El actual alcalde de Bordón nos muestra una interesantísima colección de cerámica de cocina que se encuentra en un palacio que su madre, Rosa, ha heredado recientemente. La casa noble más importante de la localidad que se encuentra en el centro, frente a la iglesia parroquial.
Suman 43 piezas entre ollas y pucheros de todos los tamaños. Rosa nos contó que siempre ha visto las piezas en la cocina de la casa: “Que hayan añadido alguno de los pequeñicos sí, que una tía mía los ha añadido. Pero que los demás de toda la vida los he visto ahí puestos y tengo 75 años y desde que era niña”.
Respecto a los usos nos confirma que en su día se utilizaban para cocinar y servir alimentos pero que ella ya nunca los utilizó: “antes guisaban en ellos, cuando se cocinaba en el fuego antiguamente pues cocinaban con ollas así. Y fiestas que tenían las más grandes y cuando eran días normales pues más pequeñas. Siempre se cocinaba con ollas así y en otras ponían la conserva cuando se hacía”.
Podrían haberse realizado en cualquiera de los tres alfares reconocidos en la comarca. Son piezas pesadas por la calidad del barro y de tonalidades oscuras. Encontramos además vidriado de plomo, que consiste en un engobe natural de color transparente que permite ver el color de la tierra aportando tonalidades verdosas y amarillentas.
Agustina Sancho
Vecina Castellote, se puso en contacto con nosotras para que su pueblo nunca falte en el mapa.
Además de destacar las placas de las calles de Castellote, y los azulejos decorados del Calvario y el Peirón de la Virgen del Agua, Agustina nos envía fotografías de algunas piezas que conservan desde hace cuatro generaciones en su familia.
Agustina recuerda a su madre relatándole la historia de estas piezas y nos la cuenta así: “mi madre decía que en la casa había muchas cosas de estas porque había habido una tienda. La compró su abuelo y mi madre murió con 97 años y su madre también muy mayor, así que la tenemos desde hace muchos años”.
Nos envía por ejemplo un puchero que utilizaban para medir líquidos en la tienda. “ya verás que tiene una ranura. Se utilizaba para medir, sobre todo vino. No sé de qué año te estaré hablando, porque esto era el abuelo de mi madre y mi madre ya nació en 1922”.
Aceitera
Respecto a la aceitera que podemos ver en la imagen nos cuenta que debido a su pequeño tamaño, su madre siempre decía: “¡ui! mi abuela era tan pobrecica tan pobrecica que cuando se casó le dieron esta aceitera, fíjate que poquico aceite le dieron”.
Comenta también que lo que más se conserva en las casas son tinajas de vino y aceite. Y de estas últimas que había en algunas casas una forma de guardar el aceite sobrante en una tinaja enterrada en el subsuelo para luego fabricar jabón.
Agustina también nos cuenta que en la zona por donde ahora pasa la carretera se dice que había un horno de cantarería y de hecho todavía se conserva el topónimo de Casa Cantareros en el pueblo. “mi madre decía que ellos hacían cántaros y cosas de ese tipo, no era una cerámica fina”.
Pilar Sanguesa
Tinajas
En su establecimiento de Castellote, La Bodega, conserva trece ejemplares de gran tamaño. Este tipo de tinajas y cocios realizados de manera manual o por urdido, que consiste en colocar churros de barro para formar las paredes e ir alisándolos, tan solo se documenta en la comarca en el alfar de Cantavieja. Parece ser que ni en Tronchón, ni en Montoro tuvo mucho éxito la fabricación de cantarería de mano.
Las piezas fabricadas en Cantavieja con decoraciones a base de círculos estampados y líneas ondulantes hechas a pincel, son influencia directa de lo que se realizaba en Foz-Calanda. La mayoría de ellas tienen además la forma típica de estos alfares, con la panza muy abombada. Tan solo hay una que parece marcar unas líneas más angulosas y que se asemeja un poco más a las que se realizaban en Jarque o Sestrica.
En el horno de Foz Calanda trabajó la familia del escultor Blasco Ferrer cuya obra se encuentra en el Museo de Molinos.
Mariano Salesa
Nos manda tres piezas heredadas de sus padres, que según dice “llevan en la familia más de 100 años”. Una fuente bastante honda y decorada con trazos geométricos verdes y negros. Y dos jarras: una decorada con trazos geométricos en blanco y azul, la otra decorada con una flor de color rosa.
Fuente para alimentos
Los usos de todas ellas están muy claros en la memoria familiar, “las jarras son de dos litros y se han utilizado casi siempre para servir vino”, “la fuente se utilizaba y se sigue utilizando como medida para hacer el bollo de Navidad”. Nos han enviado más ejemplos de fuente para hacer el bollo.
Javi y Enri
Hacen de intermediarios a su abuela Rosa Gresa, la propietaria de las tres piezas que nos envían. En primer lugar una jarra cubierta con barniz de estaño y una decoración en azul y que “se utilizaba y se sigue utilizando para servir agua”.
Calentador
También nos envían una olla que en origen serviría como elemento para cocinar y que han reutilizado como macetero. Se trata de una olla cubierta con barniz de plomo y de una tonalidad muy oscura, quizás por el uso, y quizás también a causa de ello fue alambrada en algún momento. Estos trabajos de reparación los solían hacer a cambio de trapos viejos, un pequeño sueldo, comida o incluso alojamiento familias de quincalleros que estaban de paso por los distintos pueblos.
Por último, nos enviaron una pieza muy curiosa, de la que solo hemos visto otro ejemplar más en la comarca, que utilizaban como calentador en las camas. Es probable que por su función fueran objetos que se rompieran o que en época moderna se desechasen por no ser tan espectaculares como otras piezas. Se trata por lo tanto de un hallazgo muy interesante y que nos muestra una vez más el ingenio de los alfareros y la importancia de la cerámica en prácticamente todos los ámbitos de la vida hasta el siglo pasado.
Pilar Sanguesa
Gracias a su ayuda hemos conseguido que mucha gente de Cuevas de Cañart participe en la exposición.
Escudillas
En una de las muchas ocasiones que hablamos con Pili nos envió fotografías de la colección de cerámica que perteneció a su madre, María Royo. 24 piezas entre las que encontramos 4 escullas, 4 fuentes, 6 jícaras, 5 tazas, 3 copas y 2 jarras. María Royo apenas utilizó ya estas piezas, excepto la jarra de agua y las fuentes. Por lo tanto, piensan que sería ya de la época de su bisabuela, 1890. Como ya no tienen uso las guardan en un armario en el que no se ven, pero quieren hacer una vitrina para colocarlas.
Si nos centramos en las escudillas o escullas podemos decir que es la típica pieza que se fabricaba en cualquiera de los alfares de la comarca, eran muy habituales porque no se utilizaban platos llanos u otro tipo de vajilla para comer sino que cada uno se servía la comida en su esculla, igual que hemos visto en las vajillas de cofradía.
En las cuatro que vemos en la imagen se pueden apreciar las marcas de los treudes.
“Cuando éramos críos jugábamos a comiditas y utilizábamos esas trébedes que encontrábamos por ahí”.
Jícaras
De la colección de María Royo se han conservado muy bien en la memoria familiar los usos de las distintas piezas. Su madre y su abuela “utilizaban la fuente honda para subir las claras cuando hacían algún pastel o para preparar la pasta de los mostachones antes de ir al horno”. El resto de fuentes para sacar el segundo plato a la mesa, las escullas para sopa o huevos pasados por agua, un tazón para café con leche, tazas de café, copas de licor, una jarra para agua y otra para leche y las jícaras o tazas para el chocolate.
De las seis jícaras encontramos tres de color blanco sin decoración y otras tres con una escena costumbrista en tonos azules. Las decoraciones responden a distintos momentos de fabricación o a las modas que llegaban de alfares más grandes, por ejemplo las escenas de las jícaras parecen influencia de alfares valencianos, ya que en esta zona no solían realizarse este tipo de decoraciones, quedándose normalmente los alfareros en trazos más sencillos a base de líneas, composiciones geométricas o decoraciones vegetales.
Cántaros
Aunque comparten una misma función, la de recoger agua y mantenerla fresca, estos tres cántaros son muy diferentes. “No sabemos si son pequeñas porque era para que los niños fueran a buscar agua o porque lo utilizaban como botijo”.
Al cántaro de pequeño tamaño se le denomina en los distintos puntos de Aragón como rallo, ginebro,… en Montoro por ejemplo fabricaban una tipología a la que se llama cantimplora o botija de siega, que se asemeja mucho al de la izquierda. Por las formas parece por lo tanto que sería una pieza que utilizaban para ir al campo y llevar agua fresca, aunque quizá también pudo ser utilizada para que los niños fueran a buscar agua, e incluso podría tratarse de un juguete.
Como curiosidad de la pieza central, Pili nos comenta que “lleva un agujero en la parte de atrás, posiblemente para colgarla en la pared”.
Maribel Albalate
Puchero
Nos envía tres pucheros con las formas típicas turolenses y unos usos muy definidos: dos de ellos para calentar leche o caldo y el que podemos ver en la imagen para escaldar la piel del cerdo durante el matacerdo, una utilidad que han registrado también otras personas y para la que se diferencia siempre un puchero distinto al resto. Además, en este caso Maribel nos cuenta que su abuelo “era matarife y decía que en el puchero se metían las pezuñas de los cerdos”.
En los tres casos se trata de pucheros bastante similares, de pequeño formato y vidriados con barniz de plomo, que los impermeabiliza pero mantiene el tono tostado de la tierra. Tienen ligeras diferencias sobre todo en la boca de la pieza, por ejemplo el que se utilizaba para escaldar tiene un pequeño pico vertedor que los otros no tienen. Y en la panza también son ligeramente distintos pero todos responden a las tipologías que se fabricaban en Teruel y perfectamente podrían ser de los obradores de la comarca.
Rafaela Liébana
La actual alcaldesa pedánea de Cuevas de Cañart nos ha enviado una tinaja y un cocio, una fuente vidriada y decorada para servir comidas, y el macetero que podéis contemplar en la imagen.
Macetero
Este macetero, si es que realmente lo es, nos pareció muy curioso por sus decoraciones. En la pared se aprecia la figura de un hombre realizada mediante incisiones de manera muy esquemática. En el borde de la pieza podemos ver una inscripción que dice “José Gama… 30 de mayo del año 1858”. Dejando la puerta abierta a otras interpretaciones, entendemos que la fecha tiene que coincidir con la de su fabricación y quizá el nombre con el de algún alfarero o con el de su propietario.
Encarna Espada
La altísima participación de los vecinos de Dos Torres en este proyecto es el resultado de la intervención de “Cani”. Junto con sus vecinos y familiares están siempre al cuidado de cada rincón de Dos Torres tanto como de sus propias casas.
Emiliana Lamiel
Ha colaborado enviándonos fotografías de dos morteros que pertenecieron a su bisabuela, la madre de su abuela materna, y un puchero que servía como medida de un litro.
Morteros
Los morteros, que cuentan con “200 años de antigüedad”, servían “para hacer distintas picadas para salsas”. Por sus paredes gruesas y las formas que hace el barro podrían ser piezas realizadas de manera manual, sin torno, con la técnica denominada como urdido, que consiste en colocar churros de barro en la forma que queramos realizar e ir alisando las paredes. Las piezas además se encuentran sin vidriar, algo habitual en la cantarería manual.
Familia Monforte Aparicio
Nos envían fotografías de varias piezas de ollería o vajilla de cocina: torteras, ollas, pucheros y un mortero. De ellas recuerdan por ejemplo una frase típica de su madre utilizando el mortero: “hija mía que hacemos ajopepe” o el “guiso de arroz con caracoles riquísimo” que hacían en las torteras de la imagen.
Torteras
La fabricación de ollería en la comarca se documenta en cualquiera de los tres alfares: Cantavieja, Montoro y Tronchón, por lo tanto es complicado decir de donde provienen las obras, ya que podrían haberse realizado en cualquiera de ellos o en las comarcas vecinas.
Las piezas de ollería se fabricaban con torno y tras una primera cocción se vidriaban con barniz de plomo para lograr mayor resistencia e impermeabilidad.
Tal y como podemos apreciar en algunas de estas piezas, era bastante habitual alambrar torteras y ollas cuando se estaban deteriorando para alargar su vida útil. Este trabajo muchas veces era realizado por familias de quincalleros que estaban de paso y reparaban las ollas a cambio de un pequeño sueldo, trapos viejos o un plato de comida.
Familia Espada Sanguesa
Un total de 32 piezas de las que recuerdan a la perfección sus usos tradicionales, a pesar de que ahora las conservan como objetos de decoración y testimonio de otro tiempo.
Puchero para matacerdo
Algunos ejemplos son:
- “Aceiteras para guardar el oro líquido de nuestra tierra”
- “Olla para guardar la oveja escabechada. Utilizada por su madre”
- “Ollas para cocinar al fuego. De distintos tamaños. Recogidas de casa de los abuelos”
- “Cántaros para ir por agua a la fuente”
- “Jarra y ensaladeras como vajillas de fiesta”
- “Esculla para sopas de pan”
- “Pucheros para cocinar al fuego y chup chup. Y uno en concreto para escaldar el cerdo en el matacerdo. Todavía percibo aquel olor de cuando se escaldaba el cerdo”
- “Tinajas para agua o aceite, ya que para el vino tenían toneles y cubas”
Familia Sanguesa Baudet
Nos envían dos cocios para hacer coladas y un cuenco para servir la comida y además dos recuerdos.
José y Beatriz
Calentador
La pieza que nos mandan, por sus formas irregulares, parece realizada de manera manual, por urdido. Es un cilindro con un asa y una pequeña boca, vidriado con barniz de plomo.
Los propietarios dicen: “No sabemos muy bien para que era pero creemos que ponían el vino”.
Nosotros sin embargo hemos observado que el uso que se registra para piezas similares tanto en la comarca como en otros lugares es como calentador en las camas.
¿Qué pensáis?
José y Fina
Herminia Escriche
Cocio
Ella nos envía cinco piezas: un cántaro o botijo para recoger agua fresca y, por su pequeño tamaño, posiblemente para ir al campo; un pucherico con asa, para cocinar o guardar conservas; un mortero; un puchero estilizado tipo turolense; y el cocio con decoración estampillada en la boca y pintada en la panza que podemos contemplar en la fotografía con ese espectacular fondo típico del Maestrazgo.
Adela Cabrejas
Escurridera
Sus piezas son: un “pucherico” para calentar la leche, un mortero y una escurridera. Esta última aparece vidriada con barniz blanco y decorada con oxido verde y recuerda que “siempre ponían en ella la sardineta”.
Destacamos el escurridor, por ser una pieza curiosa y que no habíamos visto todavía entre las que nos han enviado de los distintos pueblos de la comarca, tan solo hemos visto otro ejemplar también en Dos Torres.
Elena Espada
Tinaja
Ella ha escogido 10 piezas entre las que encontramos: varios pucheros y ollas, un precioso botijo blanco, un mortero, una curiosa tinaja y una tortera. Actualmente todos tienen usos decorativos, pero en origen sería piezas de utilidad sobre todo como vajilla de cocina.
Os presentamos esta tinaja por sus curiosas decoraciones de motivos vegetales pintados. No era nada habitual realizar este tipo de decoraciones en las piezas, ni en la comarca ni en ningún otro alfar de Teruel. Podría ser fruto de la fantasía del alfarero, un encargo o una pieza comprada en algún otro lugar.
Familia Espada Cabrejas
Utensilios para el matacerdo
Ellos nos han enviado muchas fotografías, un total de 13 piezas entre las que encontramos ollas, tinajas, fuentes, escullas,… pero hemos querido destacar esta fotografía de conjunto, una especie de resumen de lo que supone el matacerdo en la mayoría de las casas del Maestrazgo.
Entre los elementos cerámicos e aprecian ollas y pucheros de todos los tamaños, terrizos mondongueros, jarras, etc., pero además, vemos distintas máquinas de embutir y calderos de cobre, mesas y sillas,… un recuerdo de esos momentos de trabajo y fiesta en familia.
Lluis Galocha
En la casa de su madre en Mirambel conserva objetos cerámicos que ha ido adquiriendo a lo largo de los años por compra o donación de vecinos y amigos.
Tal y como él nos dice: “Las piezas han llegado a casa por casualidades. Interés en preservar cosas que se tiraban, contactos con gente del pueblo que te las obsequiaban, pienso que también alguna de ellas pedida al percatarse que estaban en desuso…”
En la colección de Lluís encontramos sobre todo ollería y vajilla, que siguen los estilos de piezas fabricadas en la comarca. También conserva algunos de los azulejos que se colocaron en la antigua cocina de su casa de Mirambel y que ahora se encuentran enmarcados. Por último alguna de las típicas tinajas y cocios que podemos encontrar en muchas casas del Maestrazgo.
Puchero y cobertera
En la imagen podemos ver un pequeño puchero con su cobertera en primer plano y varias escudillas, jarras y otros pucheros detrás de él.
La mayoría de estas piezas se han convertido en elementos decorativos, aunque Lluís todavía recuerda que alguna de ellas todavía se utilizaba cuando era pequeño para guardar conserva, hacer olivas o amasar los dulces.
Resulta muy llamativa la forma en la que se han conservado estas piezas. Para las personas que las regalaron, eran piezas de uso y por lo tanto al estar rotas o cuando dejan de cumplir su función pensaron en deshacerse de ellas. La forma en que Lluís recupera hoy la cerámica denota una sensibilidad distinta relacionada con la protección del patrimonio, al entenderlas como testimonio de otro tiempo o como elementos decorativos.
Maricarmen Olague
Ella es una de las pocas personas que viven en Montoro, junto con su marido. Hace unos años adquirieron uno de los hornos cerámicos para evitar su desaparición, así como la casa del alfarero y la que le servía como lugar de trabajo. En cuanto se enteró fue de las primeras en participar en este proyecto.
La labor que realiza Maricarmen es la de rescatar y conservar cada pequeño elemento del patrimonio de Montoro.
Aceitera de Montoro
Entre las piezas con las que ha participado Maricarmen, de las que nos dice que “son todas originales” destacan jarras, ollas, piezas de separación para el horno, una ancilla, una escudilla, dos juguetes y una aceitera cuya boca tiene la forma típica de las que se realizaban en Montoro.
De esta aceitera que podemos contemplar en la imagen Maricarmen nos cuenta que “la aceitera que aquí se le decía que tenía la boca Trebolada, me la encontré en el horno de cocer la cerámica a pedacitos, yo compré la casa del ceramista y el horno en el año 97 por tanto lleva conmigo 23 años y tiene una antigüedad de 92 años puesto que fue en 1928 cuando se hizo la última cocida”.
Alex Buj
Fue uno de los primeros en participar enviándonos fotografías de tres tinajas. Es familiar de varios vecinos de Tronchón y está muy comprometido con su pueblo canalizando sus inquietudes a través de la Asociación Cultural.
Tinaja de vino
De sus piezas nos cuenta que: “en mi casa siempre se ha dicho que eran para vino, mi madre decía que al limpiar una de ellas olía a vinagre pero yo creo que sería por algún vino que se ha puesto malo. En las casas de Tronchón hay muchas tinajas de este tipo, todas con el mismo motivo decorativo”.
Las piezas fueron fabricadas de manera manual. Son muy irregulares y de gran tamaño. Una de ellas además tiene tres bandas distintas, algo que es habitual en estas vasijas tan grandes y que indica que se fabricaban en varias veces para facilitar el propio trabajo del alfarero y el secado de la pieza previo a la cocción.
Respecto al motivo decorativo, en la bibliografía aparece como típico de la zona de Calanda, sin embargo hemos visto muchas piezas en la comarca de Maestrazgo con este tipo de decoración. Se trata de una decoración incisa muy sencilla, que se realizaría con una caña cortada en picos y estampada en la vasija aún sin cocer dando lugar a estos círculos.