Como si se tratase de una máquina del tiempo, pasar por la puerta de la Casa Aliaga es volver al siglo XVI. Parece que en sus salas se acaben de reunir los señores, que en sus sillas todavía se sienten las visitas, y que en la cocina, se estuviera elaborando la comida del día. El reloj se ha detenido en esta joya de la arquitectura señorial del Maestrazgo.
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