Más información en: Casa Aliaga de La Iglesuela del Cid.
La Casa Aliaga de La Iglesuela del Cid, popularmente conocida como la Casa Grande es, por varios motivos, uno de los ejemplos más interesantes de arquitectura señorial del renacimiento, no sólo del Maestrazgo, sino de todo Aragón.
Exteriormente, se asemeja al resto de los grandes caserones de la Comarca, tanto por la potencia de sus muros de mampostería, como por sus dos portadas en arco de medio punto, el alero de doble voladizo, sus grandes ventanales rectangulares, o la galería de arquillos.
A pesar de ello, es en su interior donde encontramos el verdadero valor del edificio, pues gracias a su estado de conservación, podemos conocer cómo era una casa señorial del renacimiento aragonés, y también comprender muchos aspectos de la vida cotidiana, la organización social o la economía de la época.
Si accedemos al interior por la puerta de las caballerías, como si fuéramos el personal de servicio, vemos un suelo pavimentado con guijarros, formando círculos y bandas decorativas en espina de pez. Desde esta puerta se da paso a las estancias más humildes y a los almacenes.
Ascendiendo por unas sencillas escaleras, se accede a la cocina moderna, que aun con todo, conserva algunos elementos tradicionales como las alacenas, el fuego bajo o los o los fogones de leña. Se divide en dos espacios, el primero sería la cocina del servicio, y el segundo que podemos identificar con el masador, el lugar en el que se prepararían los alimentos para su posterior elaboración en la cocina principal.
Dentro de esta planta, se incluiría también un primer salón, con chimenea y dos ventanas festejadoras. Aunque espacialmente no queda claro si se trata de un salón para el servicio, o una zona de conexión con la zona noble, existen dos estancias anexas que nos pueden poner en la pista de su verdadera naturaleza. Una es una alcoba, mientras que la otra es una sencilla habitación, en algún momento, utilizada como despacho, pero que dispone de una escalera de caracol por la que se sube directamente a la cocina de la planta noble. Además, es interesante la ventana puesta en esquina con un difícil abocinamiento. Un alarde que muestra la complejidad del corte de piedra de este periodo.
Esta cocina principal, está presidida por una gran chimenea al fondo, y dispone de alacenas y armarios para almacenar la vajilla. Aquí se organizaría la comida antes de presentarla en la mesa del salón principal, en la que esperarían los señores.
Como indicamos, de ella se pasa directamente al salón noble de la casa. Es un espacio rectangular, el de mayor entidad, cubierto con una techumbre de madera de vigas molduradas, con suelo también de madera y dos grandes ventanas festejadoras. Los muros se presentan pintados con franjas blancas y amarillas sobre un zócalo azul, a diferencia del resto de estancias, que fueron encaladas. Esto nos recuerda lo descrito en alguna documentación de la época, en la que se refieren a estas salas nobles como “el salón pintado”.
También cabe señalar la existencia de cuatro lienzos representando a otros tantos emperadores romanos, con la clara intención simbólica de asociar su poder imperial con el poder de la familia Aliaga, precisamente en el lugar en el que se recibía y agasajaba a los invitados. Aparecen asociados a los signos zodiacales en este orden: Julio Cesar, capricornio; Tiberio, Aries; Claudio, Géminis; y Vespasiano, Escorpión. Desde el salón se pasaría además a la alcoba o dormitorio de los señores con una cama con cabecero barroco decorado con plata corlada y un impresionante escudo de la familia Zurita.
También se accede a la que hoy es sala de té de menor tamaño, aunque de similar importancia social, como indica la techumbre, el suelo de madera y las grandes ventanas. A ella abre otra alcoba y la escalera por la que se vuelve de nuevo a la planta inferior que se cubre con una estructura en forma también de escalones, por el interior forrada de madera y que sirve en el exterior para sostener elementos decorativos.
Pero además de la puerta de servicio, existe otra puerta que es la principal. Tras ella se pasa a un zaguán de entrada, presidido por un gran arco. Desde aquí, se puede pasar tanto al patio exterior, como a la escalera noble con los sillares moldurados, que conduce directamente a la gran sala de la primera planta.
Nos parece interesante incluir aquí la leyenda que se refiere al conflicto entre dos familias: Los propietarios de la casa Aliaga decoraron la esquina bajo el alero con una figura tapándose los oídos que mira en dirección al palacio del otro lado de la plaza (hoy casa Guijarro, perteneciente en origen a los Estevan que respondería con una cabeza con la boca tapada. Está basada en la tradición oriental de los “Tres Monos Sabios” que podría provenir de un proverbio de Confucio: “No veas lo malvado, no escuches lo malvado, no digas con maldad”.
Por último, explicar que desconocemos cuál fue la familia que promovió la construcción del edificio pero podemos lanzar la hipótesis de que fueron los Castellot, ya que en las paredes de la casa cuelgan, en lugares principales y enmarcados, el árbol genealógico de esta familia en pergamino y su copia en papel. En la base del árbol, logran llegar hasta Gastón de Castellot y se aclara que este Gastón aparece en los anales de Zurita como caballero mesnadero del rey don Pedro, poniendo una de sus posesiones, Azaila, al servicio de la defensa de los fueros. Este personaje será descendiente de Artal, hijo de Gascón, hijo de Español de Castellot, primer señor del dominio de Castellote y relevante en la conquista del territorio a los musulmanes.
Nos detenemos en explicar esto para mostrar que era necesario para estas grandes familias hacer gala de la nobleza y de la importancia histórica del origen de sus linajes. En el árbol hay un momento en que los Castellot emparentan con los Aliaga con el matrimonio de María de Castellot con Francisco Aliaga Boil de Arenós. Aunque en relación a la casa, no sabemos si era de los Aliaga y pudo pasar a los Castellot o viceversa.
En el siglo XIX emparentan con la familia Martí hasta llegar a Concha Martí, la última propietaria, quien vendió el inmueble al ayuntamiento con todos sus enseres. Por ello, el valor de la casa Aliaga de La Iglesuela, es tanto el de su continente como el de su contenido. Muebles barrocos de gran calidad, una importante colección de piezas utilitarias cerámicas, una excelente colección de grabados y cantidad de curiosidades, como el repertorio iconográfico que reúne el gigantesco biombo forrado con recortes de prensa del XIX.
Autores de la ficha: Pedro Luis Hernando y Sofía Sánchez. 22.09.2022