Eleuterio Blasco pinta el retrato del Quijote sobre una cuadrícula dibujada en un papel rojo. Cortado a la altura de los hombros el rostro del Quijote alargado aparece simétricamente representado en el centro de la composición. Lleva la bacía metálica que lo caracteriza, barba, perilla y un largo bigote. Una línea continua dibuja las cejas y otras líneas curvas marcan las áreas sombreadas del rostro coloreadas con un verde intenso. El Quijote es una constante en la obra de Blasco Ferrer, símbolo de la clase obrera.
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