Hijo de un alfarero de Foz Calanda y de madre nacida en Molinos. Estudia en Barcelona, pero será en París, exiliado durante la Guerra Civil, donde desarrollará su obra en plena madurez. Tras unos años de serias dificultades, Blasco logra transmitir a la crítica de arte, a las galerías y a los coleccionistas, el gran merito de su arte y comienza a cosechar éxitos y distinciones. Su escultura, entronca con la tradición ibérica de alfareros y orfebres, que es reflejada también en la obra de Pablo Gargallo y Julio González. Sin embargo, aunque en la escultura es donde logró sus mayores triunfos, Blasco era además un buen dibujante con una clara tendencia surrealista. Durante sus años parisinos convivió con Picasso, compartiendo con él técnicas y materiales. Sus obras se encuentran dispersas entre coleccionistas y museos de Europa y Estados Unidos, aunque, por expreso deseo del artista, una parte importante de sus esculturas, pinturas y dibujos están hoy en Molinos. Sus obras más destacadas son El último Suspiro de Don Quijote, Bailarina, Don Quijote.
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