El último suspiro de Don Quijote fue considerada como la obra maestra de Blasco. El propio artista mantuvo siempre a su lado esta pieza cargada de connotaciones patrióticas y épicas de la que llega a decir: En esta escultura me parece haber puesto todo el dolor de España, impuesto por cínicos y cretinos, por aventureros que en nombre de la Justicia dejan morir al pueblo de hambre y miseria. El último suspiro antes de la muerte del Quijote es el último aliento de una vida marcada por la lucha tendente a la consecución de unos elevados ideales de justicia, honor y nobleza. Los ideales que Eleuterio Blasco defendió desde el bando republicano durante la guerra civil se reflejan en Don Quijote mil veces representado y repetido en el exilio por pintores, escultores y poetas. Y más allá de este enorme símbolo pensado por Cervantes está la preocupación, de Blasco por el volumen. Porque en El último suspiro de Don Quijote la cabeza agonizante se puede rodear, ver desde distintos puntos de vista igualmente válidos. La expresión se logra a través de la perfecta boca entreabierta y los ojos de largas pestañas entrecerrados, ya más en el otro mundo que en este. La frente despejada, altiva, lúcida para alguien que no siempre lo fue. La mano de dedos curvados tan característica de Blasco en un gesto de afectación. En el Museo de Molinos existe otra obra con el mismo tema, un Don Quijote construido a partir del ensamblaje de herraduras.
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