Con un presupuesto de ciento veinticinco pesetas el maestro compraba en 1871 todo lo necesario para el curso escolar en La Cuba.
Observamos el peso de la educación cristiana en cada uno de los objetos requeridos por el profesor en el inventario. En primer lugar era necesario un crucifijo de madera y un dosel para tal. Para la escritura encargaba medio millar de pluma de ave, tinta y clarión, siendo este último una especie de tiza. Para su bienestar el pedido debía contener un brasero de madera, que lógicamente colocaría debajo de su escritorio, que alimentaría con «siete arrobas de carbón».
Dentro del material necesario para la educación de los niños se encontraban ejemplares de doctrina de P. Vives, que contenía 64 páginas de doctrina cristiana, además de un breve catecismo, con explicaciones sobre el correcto comportamiento durante las celebraciones litúrgicas y la metodología del rezo. También los niños disfrutaban de ejemplares de lectura de varios títulos, como «Juanito» y disponían de lo más básico para el aprendizaje.