Fuerte de San Blas

S.XIX
– 1836
Cantavieja
BIENES INMUEBLES
ARQUITECTURA MILITAR
Castillos
Plano del fuerte de San Blas

Este fuerte tenía una dimensión de 43 por 36 metros y una planta semicircular con cinco pequeños torreones para dominar todos los puntos cardinales en cada uno de los cuales se podría colocar hasta tres cañoneras.

Los muros se construyeron de mampostería con un potente grosor de 40 cm y la entrada se ubicó en el muro norte, mirando a Cantavieja para facilitar la huida de la guarnición una vez el fuerte estuviese a punto de ser tomado.

Actualmente se puede observar una estructura en forma de “u” que queda abierta hacia el norte, que es donde estaría ubicada la puerta de entrada. De los cinco torreones que antaño existían hoy se pueden observar las ruinas de dos de ellos. En la estructura en “u” cerrada por tres montículos alargados se pueden observar aún muros de mampostería, aunque sería precisa una excavación arqueológica para determinar el perímetro exacto de los mismos, ya que actualmente se encuentran en muy malas condiciones.

El camino de subida a castillo se realiza a través de una cuesta que penetra en el recinto desde el sur y muere junto a uno de los torreones que aún se conserva. Por otra parte, en el interior del recinto es posible observar aún hoy en día la base de dos edificaciones que seguramente serían las estancias del cuerpo de guardia, una primera en la parte occidental, la de mayor dimensión y otra consistente en dos estancias adosadas en la parte oriental.

Un último elemento que destaca es que en la muralla sur del fuerte se puede observar los restos de muralla semisoterrados y la base de un segundo muro que va en paralelo con la muralla. Se trata de una base de muro de bastante grosor (unos 50 cm) que llega a unirse con la muralla en el segundo de los torreones.

En las afueras de Cantavieja en lo alto de un cerro que hay junto al depósito de aguas del municipio se pueden encontrar las ruinas de lo que fue el fuerte de San Blas. Parece ser que a principios de la primera guerra carlista, en 1836, los carlistas derribaron la ermita de San Blas que se ubicaba en un cerro a escasos quinientos metros de las murallas de Cantavieja desde el cual se podía controlar bien los accesos a la misma tanto desde Iglesuela como desde Mosqueruela o Fortanete y además de parte de la umbría de la muela de Cantavieja.

El fuerte estaba ya operativo cuando fue asediado por San Miguel a finales de octubre de 1836. El brigadier Nogueras lo tomó, al mando de un grupo de tiradores, sin apenas esfuerzo, ya que la guarnición que estaba en su interior huyó en desbandada a los pocos minutos de haberse iniciado el asedio.

Una vez conquistada Cantavieja por los liberales, este fuerte continuó activo y se construyeron un par de estancias en el interior del mismo para el cuerpo de guardia. El 26 de abril de 1837 se conjuran varios vecinos de Cantavieja para recuperar Cantavieja para la causa carlista. Varios guerrilleros se infiltran en la población sorprendiendo a la guarnición liberal y los que logran escapar se refugian en el fuerte de San Blas. Sin embargo acaban capitulando cuando se les promete que se respetarán sus vidas. Una vez recuperado el control de la villa por los carlistas se vuelve a destacar una pequeña guarnición con artillería en el fuerte, que recibe con salvas de honor la visita del pretendiente D. Carlos María Isidro de Borbón cuando visita la villa, en julio de ese mismo año, con la Expedición Real (Giménez, H., 2005, p.25). Ésta es una de las últimas referencias existentes del fuerte. Cuando los carlistas abandonan Cantavieja en 1840 incendiaron parte del arrabal, pero nada se sabe de la suerte que corrió la fortificación. La guarnición que se instala en la villa tras la primera guerra carlista lo hace en las casas del pueblo y no en el fuerte, de lo cual se deduce que en el periodo de entreguerras estuvo en estado de abandono o de ruina.

Nada se sabe del papel que jugaría este fuerte en la tercera guerra carlista, pero por la posición privilegiada de que dispone, se hace difícil pensar que no fuese utilizado por los carlistas o los liberales como mínimo como puesto de observación o incluso para emplazar piezas de artillería.