De excepcional calidad y abundantes son las piezas elaboradas con paja de centeno, por las monjas de los conventos de la comarca del Maestrazgo. Entre estos objetos contamos con cruces, apliques de pared, portarretratos, marcos con estampas y recuerdos de comunión.
Tal cantidad de piezas fueron realizadas por las monjas agustinas del convento de Mirambel y por las monjas concepcionistas franciscanas de Cuevas de Cañart.
El convento de Mirambel se fundó el 15 de abril de 1564. Fue un convento muy rico y con abundantes vocaciones provenientes de las mejores familias de la zona. En 1855, tras la epidemia de cólera, el convento corría peligro de desaparecer. Las pocas monjas que quedaron suplicaron la ayuda de Isabel II para evitar su cierre. La reina dispuso la apertura de una escuela para niñas en la que se adquirían conocimientos de gramática, geografía, aritmética además de religión y catequesis, nociones prácticas de corte en ropa blanca, cosido y remiendo. Durante la Guerra Civil tuvieron que volver a sus casas y sufrieron expolio de sus bienes, pero es en 1980 cuando las religiosas abandonan definitivamente el antiguo convento de Mirambel, después de más de 400 años de historia, para trasladarse a Benicassim donde todavía sigue viva la comunidad manteniendo el nombre de Convento de Ntra. Sra. De Mirambel.
El convento de Cuevas de Cañart fue fundado con la licencia del arzobispo de Zaragoza, D. Francisco de Gamboa en 10 de septiembre de 1668 y consentimiento del comendador de Castellote, D. Ramón Perellós. Fue promovido por un noble llamado Domingo Bellido, quien en su testamento dejó escrito que se empleen todos sus bienes para fundar el convento. Las obras del convento duraron ocho años, del 26 de marzo de 1669 hasta 1677. El monasterio fue abandonado por las religiosas en 1981 quienes se integraron en el convento de concepcionistas de Borja, y pasó entonces a manos de particulares, salvo la iglesia, que es propiedad del Obispado de Teruel.
A partir de la labor de inventario realizada por la antropóloga María Elisa Sánchez Sanz hemos descubierto el gran interés histórico y estético que tienen estas piezas y hemos elaborado esta descripción.
Entre los objetos más abundantes localizados destacan las cruces de paja. Se trata de piezas en forma de cruz, armadas sobre un trozo de cartón con esa misma forma. A este se le aplican, pegados, los tallos de paja de centeno, pero abiertos y en plano, dispuestos como si de láminas se tratase. La decoración de estas cruces es variada, casi siempre vegetal (flores de seis u ocho pétalos con sus estigmas), igualmente de paja, con la nervatura de sus hojas insinuada mediante líneas marcadas con alfileres. Cada cruz es diferente a las demás y unas van decoradas con telas de colores y flores rosas, otras con corazones rojos, o bien con rombos verdes que van cosidos a ellas. En algunos casos les añadieron espigas naturales.
Los apliques de pared responden a formas geométricas, compuestos por cartones forrados con tela o con papel cebolla, decorados con tallos de pajas, abiertas en plano, dispuestas en forma horizontal y adornados con otros trozos de paja, de diferentes tonalidades, más o menos doradas, creando cierto contraste, añadiendo flores con sus hojas cosidas con hilo verde simulando los tallos.
Existen también, lisos o no, marcos cuadrados, rectangulares, ovalados o formando capillitas que encuadran estampas, igualmente realizados con pajas abiertas y planas que están decorados con pequeñas muescas triangulares, con almenillas, con pajas-pico (trozos de tallo doblado, no aplastado) y con puntos de nudo francés. O bien están delimitados por un cordón de paja torsionada y muestran flores de cuatro o cinco pétalos junto a lentejuelas o bolitas de vidrio que hacen las veces de estigmas. Y hasta flores con zonas troqueladas. Las piezas también pueden estar reforzadas por cantoneras en cada ángulo del marco (a imitación de los metálicos) con paja de centeno abierta y sobre ellas se bordan a punto tallos de color verde y flores (peonías, rosas), además de añadir pétalos realzados con papel de cebolla. Por el reverso suelen llevar un alambre doblado y forrado que hace de anilla para ser colgado en la pared.
Los portarretratos son piezas de paja que enmarcan una fotografía. Los hay con diversas formas geométricas. Una tira en vertical o en diagonal de cartón forrada con papel, por el reverso, funciona como soporte y hace de sujeción del retrato y de su marco. El anverso está realizado con pajas de centeno abiertas, dispuestas diagonalmente al cartón que forma su estructura. En el centro, rodeando el retrato, se deja un recuadro elaborado con un tallo de paja doblado formando un cordón decorado con puntos de nudo francés. En la parte inferior de las fotografías suelen incluir las iniciales de la persona que aparece en el retrato, o algún tipo de inscripción, que también se realizan con pajas recortadas y sujetas con cuentas de vidrio transparentes. El resto del espacio del marco presenta decoraciones muy variadas, desde ramos de flores, con tallos de colores y flores de cuatro o cinco pétalos con estigmas de cuentas de vidrio de colores, hasta palomas con sus alas desplegadas realizadas con papel de cebolla.
Se han hecho tarjeteros en su totalidad de paja de centeno que contemplados desde cierta distancia pueden parecer pilillas de agua bendita de cerámica. Suelen estar decorados con pétalos de flores, mariposas y la palabra RECUERDO recortada en paja de centeno. La parte inferior de la pieza o depósito, hecho con pajas de centeno recortadas en retícula, está decorada con malvas y lleva cintas, como si de un entredós se tratara. En ese espacio es donde se depositan los sobres de cartas o las tarjetas que se reciben por correo.
También resultarían muy útiles los cepilleros o piezas que también recuerdan a los benditeras de cerámica pero que están hechos con un alma de cartón al que se le han pegado por dentro y por fuera pajas de centeno abiertas y dispuestas de forma plana y en horizontal, acabadas en ondas y picos. Ricamente decorados con flores abiertas simulando rosas y con una cartela con la palabra RECUERDO así como con una guirnalda de flores de paja, alguna con pétalos troquelados. Debían estar destinados a guardar cepillos con los que cepillar tejidos delicados o la caspa sobre las chaquetas de caballero. El aseo y arreglo personal se fue imponiendo durante el Romanticismo y estos cepilleros podían estar colgados en la pared de las alcobas o próximos a la puerta de entrada y salida de la vivienda. Cuentan con unas presillas en forma de anilla para ser colgados de la pared.
Hay zapatillas realizadas como si de la suela de un calzado se tratara, pero en su totalidad hechas de paja de centeno. Puntera y empeine van decorados con ramitos de flores hechos con telas y bolitas bordadas con punto de nudo francés. Lo curioso de estas piezas es que las grandes, se corresponden con el número de pie de la Virgen María, y las pequeñas suelen presentar en la zona del talón una almohadilla en forma de acerico para pinchar en ellas los alfileres.
Pero también existen acericos con su zona almohadillada, siendo el resto de la pieza, cuadrangular, de paja de centeno decorada con muescas rectangulares o triangulares y flores de cinco pétalos abiertos.
Se han conservado bolsitos para guardar pañuelos, completamente hechos con paja de centeno abierta y pegada a cada una de sus caras, unas decoradas con ramitos de flores de varios tipos y la superior o tapa, con las iniciales de la persona para quien se confeccionaba este regalo, recortadas en paja.
Se elaboraron unas cajas o joyeros, de forma rectangular, recubiertas con pajas abiertas de centeno tanto por dentro como por fuera, dotadas de una rica decoración floral y de la palabra RECUERDO así como unas iniciales (todo en paja) que, seguramente, se corresponderían con el nombre y primer apellido de la persona a quien le fuera regalado este joyerito en el que poder guardar joyas o secretos.
También se hicieron bandejas elípticas con pajas de centeno abiertas y planas con un tondo central donde se concentran letras y números deseando MIL FELICIDADES a la persona a quien iba dedicada con una fecha como consecuencia de un cumpleaños, o una boda, etc. A ambos lados va decorada con ramitos de flores a modo de margaritas. Toda ella va ribeteada con un cordoncillo de paja en forma de ondas.
Para la casa o para la iglesia se elaboraron macetas o piezas troncocónicas con forma de copa, pero de grandes dimensiones, todas ellas recubiertas con pajas planas y abiertas, aunque acopladas al formato circular, dotándolas de una base plana conseguida con cartón disimulado con decoración de picos de paja. Estas macetas llevan motivos decorativos de tipo religioso por lo que lo más seguro es que fueran propias de los conventos.
Existen algunos instrumentos musicales en miniatura, pertenecientes a la familia de los cordófonos, como la guitarra o la lira confeccionadas en su integridad con pajas de centeno. La primera con su clavijero, mástil y diapasón, sus cuerdas, el cuerpo con su tapa y boca, y el suelo; decorada con peonías acompañadas de sus hojas y tallos bordados con hilo de seda de color verde. Y la segunda con sus brazos curvados y simétricos que nacen de la caja de resonancia, con su yugo y sus clavijas desde las que bajan las cuerdas en número de siete, hasta el puente de la caja; es tañida por un angelito también de paja en su integridad.
Hay juguetillos hechos con paja de centeno como son los asientos o las sillitas, recreadas para formar parte de las casas de muñecas. Incluso muñecas durmientes en cunitas forradas con pajas de centeno abiertas con su colchón y su almohadita.