Esta iglesia parroquial fue construida entre 1730 y 1745 por el maestro de obras Antonio Nadal. Levantada sobre el antiguo templo, probablemente gótico del que solo quedan los arcos de la lonja, y la puerta principal bajo la torre, es uno de los primeros ejemplos de templos de planta salón (hallenkirchen), construidos desde el siglo XV.
Así, se trata de un edificio de tres naves a la misma altura con capillas laterales, crucero cubierto con un cimborrio de alto tambor y presbiterio cuadrado cubierto con una bóveda de lunetos. En el crucero, es donde se encuentra la réplica de la urna donde se guardaban las reliquias de Santa Vicenta, traídas desde Roma, las cuales contribuyeron a dotar de mayor prestigio a uno de los edificios más amplios y cultos de la provincia en el siglo XVIII.
Hay dos rasgos definitorios del templo de Nuestra Señora de la Asunción: el primero de ellos es la girola cuadrada que rodea el presbiterio; el segundo es el coro bajo situado en el penúltimo tramo de la nave central, adquiriendo de esta manera el templo unas connotaciones catedralicias y un espacio procesional.
Como apunte, y para entender las dimensiones y relevancia de este templo en su tiempo, se menciona que cuando Domingo de Yarza, el arquitecto que proyectó y dirigió las obras de la colegiata de Alcañiz, en 1735, además de trabajar en aquel entonces en la fábrica de El Pilar de Zaragoza, visuró el templo afirmando del mismo: “de su traza no he visto ninguna ni aún en Roma”, siendo esta afirmación muy significativa.
La Guerra Civil causó gran destrucción en la Iglesia, pues fueron destruidos la mayor parte de los retablos de las distintas capillas, de estos solo conservamos testimonio geográfico. Algunas de las capillas pertenecieron a familias nobles de renombre en la comarca, como es el caso de la familia Osset, pues un fragmento del retablo de la capilla de esta familia ha sido colocado en el nuevo altar de San Lamberto. Otro ejemplo es la heráldica de la familia Zurita, que todavía puede encontrarse en la embocadura de una de las capillas del templo.
Diferente fue el caso de las pinturas murales, pues algunas resistieron, estando el trascoro decorado con pinturas que representan personajes sagrados como San Francisco Javier o San Braulio entre otros.
Para concluir, en el exterior, concretamente en el lado de la Epístola, hay un pórtico que se abre a la Plaza Mayor, formado por tres grandes arcos apuntados de sillería, los cuales pertenecieron a la anterior iglesia gótica. Por tanto, el gran templo actual se debe entender como el resultado de un proceso: hubo una primera iglesia primitiva, de estilo gótico primitivo muy probablemente; que posteriormente en la segunda mitad del s. XVII fue reformada, quedando como prueba de ello la portada principal actual; y por último la obra de gran envergadura de Antonio Nadal, que es la que conocemos hoy.