Quienes un día habitaron el hoy tristemente asolado municipio de Santolea (Comarca del Maestrazgo, Teruel), y sus descendientes, tienen muy presente en sus vidas que ‘perder los orígenes es perder la identidad’, afirmación popularizada por el cantautor Raimon en una de sus más exitosas composiciones. Con ese loable fin, el de mantener la memoria del que fuera uno de los pueblos más florecientes del Maestrazgo turolense, nació en 2009 la Asociación Cultural Santolea Viva, que en su encuentro anual de finales de abril reúne a cerca de dos centenares de personas de hasta cinco generaciones distintas para celebrar una festiva jornada de convivencia en torno a sus orígenes santoleanos y homenajear a su patrona, Santa Engracia. Esta primavera, además, gracias a la pasión fotográfica del doctor Miguel Perdiguer y la colaboración del Área de Cultura y Patrimonio de la Comarca del Maestrazgo y de otras instituciones, la Asociación ha reunido en una interesantísima exposición varias imágenes del pasado de Santolea y de la vida actual de algunos de sus habitantes, que son hoy vecinos de otros lugares, entre ellos la pedanía alcañizana de Puigmoreno. La muestra lleva por título ‘Una mirada a Santolea’ y es, realmente, una ventana etnográfica que va desde los años 20 del siglo XX hasta la actualidad y que reúne el ayer y hoy del pueblo y de varias de las personas que allí nacieron y vivieron sus primeros años. Entre los años 30 y 60 del siglo pasado, la Confederación Hidrográfica del Ebro expropió a los santoleanos -a cambio de tierras de regadío en otros municipios- y derribó sus casas e iglesia, pese a que nunca fueron inundadas por el contiguo embalse, para evitar su ocupación ilegal.
‘Una mirada a Santolea’ puede verse desde principios de junio y hasta el 24 de este mismo mes en la Biblioteca Municipal de Alcañiz, gracias a la colaboración del Área de Cultura del Ayuntamiento y a las ya mencionadas aportaciones institucionales y personales. Ayer martes 6 de junio la presentaron en el espacio alcañizano la consejera de Cultura de la Comarca del Maestrazgo, Esther Medina, la concejal de Cultura del consistorio, Berta Zapater, la presidenta de la Asociación Santolea Viva, Laura Berné, y el admirable doctor Miguel Perdiguer, que nació en Santolea hace casi 100 años –un lejano 9 de agosto de 1918- y que, además de sus fotografías, conserva en su prodigiosa memoria muchos de los recuerdos del singular pero no por ello menos duro pasado santoleano.
En las palabras inaugurales, Zapater agradeció a la Asociación y a la Comarca del Maestrazgo su “interés por haber pensado en un lugar tan concurrido y emblemático como la Biblioteca de Alcañiz para la exposición sobre el pasado y el presente de Santolea y sus gentes”. Por su parte, Berné agradeció la colaboración institucional que ha hecho posible la muestra y resumió la historia del pueblo y del embalse de Santolea, “un pantano que nunca inundó las viviendas ni la iglesia, pese a lo cual fueron reducidas a ruinas”. Con la exposición, Santolea Viva pretende, según su presidenta, “rendir homenaje a las personas que tuvieron que abandonar sus casas y tierras y que perdieron su patrimonio y raíces injustamente, ya que la construcción del embalse no tenía por qué llevar pareja la destrucción del pueblo”. Tuvo también su emotiva intervención en la inauguración de ayer el autor de la mayoría de imágenes de ‘Una mirada a Santolea’, Miguel Perdiguer, quien explicó que había cedido a la Asociación las fotografías que quisieran de su ingente archivo, que empezó a tomar “con una maquinilla pequeña que todavía conservo y por la que pagué doce pesetas con noventa céntimos, una cantidad que me costó mucho reunir en mi época de estudiante de Bachiller”. Entre sus vívidos recuerdos, Perdiguer relató que “Santolea era una cabecera de una comarca a la que por aquel entonces se la conocía como ‘La Concordia’, seguramente porque entre sus vecinos se llevaban bien; era un pueblo agrícola mejor que los otros porque tenía más huerta, pasaba el río por allí y el resto eran todos de secano”.
Y así, el agua del río Guadalope que daba vida y riqueza agrícola a Santolea fue paradójicamente el principal motivo de su fin como pueblo, ya que se aprovechó el encañonamiento fluvial en sus cercanías para construir el embalse del mismo nombre; una obra que motivó un éxodo y dibujó un paisaje distinto y que, queriendo seguir el propio trayecto de las aguas, se llevó la prosperidad del regadío hacia las tierras bajas de la desembocadura, en las inmediaciones de otras dos cabeceras comarcales, Alcañiz y Caspe. De esta historia de trasvase de gentes y producciones dan testimonio, precisamente, ‘Una mirada a Santolea’ y la actividad de la Asociación Santolea Viva.