Una vez conquistadas, las sierras orientales turolenses fueron entregadas por Alfonso II a la Orden del Temple con la finalidad de asegurar tanto su defensa como su repoblación.
Esta llevó a cabo un complejo proceso de colonización a partir de una red de fortalezas y pequeñas iglesias parroquiales, atrajo al territorio nuevos pobladores y potenció su puesta en explotación a través de la ganadería, que le procurará grandes beneficios.
Sin embargo, la prosperidad del Temple será breve. A comienzos del siglo XIV, el papa decreta su disolución, los castillos templarios irán capitulando después de una enconada resistencia y sus posesiones serán repartidas entre las restantes órdenes militares.
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Autor. Paco Bolea